Mucho se está hablando, y más se hablará, en adelante, en nuestro país sobre la situación a que nos ha abocado la crisis. En realidad casi tendríamos que estar agradecidos a la suerte (si creyéramos), por habernos dado esta estupenda oportunidad de intentar cambiar algo que se sostenía de pie gracias a que era continuamente apuntalat por los dirigentes del Estado, particularmente por los grandes partidos. La corrupción (la presunta y la probada) de muchos que corrieron a apuntarse a la lista de candidatos a dirigirnos, desde los ámbitos de la política nacional, autonómica y local, ha estallado salpicando el país en la peor de las coyunturas económicas posibles. La deuda del estado es actualmente descomunal y, ninguno, entre los gobiernos democráticos que hemos tenido, se ha preocupado (ni siquiera en momentos de «vacas grasas»), de intentar reducirla dentro de lo posible, a unos límites más coherentes y asequibles a una economía como la nuestra. De hecho, el endeudamiento actual, hipoteca la existencia de varias generaciones.
En general, un golpe privatizadas casi todas las grandes empresas públicas, la solución adoptada por nuestros gobernantes, ha consistido básicamente al vender deuda española al interés que el mercado impusiera en determinado momento. Básicamente una fuga cabe adelante, sin – cuando menos- asegurarse para disponer del capital suficiente para volver el que nos han prestado, sin volver a pedir más préstamos para atender los compromisos adquiridos. En algún momento, los ciudadanos, hemos tenido que escuchar de nuestros «ejemplares gobernantes», la crítica que «hemos gastado por encima de nuestras posibilidades». Cómo si fuéramos todos unos irresponsables y ellos unas bellísimas personas.
Pero el tiempo, entre otras realidades, pone a cada cual a su lugar y, ahora, los que sí que están dando la imagen de auténticos irresponsables, son precisamente muchos de ellos.
Pero, ¿hay solución para esta situación en que nos encontramos? Se preguntarán los ciudadanos. Por supuesto que hay, pero precisamente la que nos proponen nuestros gobernantes, es la de siempre: la fuga cabe adelante. Nada de nuevo, el de siempre, pero ligeramente maquillat. El que no acaban de entender es que el caduco tiene que dejar al nuevo.
Pero, qué es el que es nuevo? Preguntarán seguramente. El que es nuevo no es la redistribución del poder, ni cambiar unos nombres por otros en las listas de los partidos. Designar nuevos aspirantes a políticos, es mantener el mismo sistema que se ha demostrado caduco y propenso a la corrupción, sobre todo en los países del sur de Europa, donde la conciencia parece ser bastante laxa. Los que piensen que esto cambiaría la realidad actual están completamente equivocados. Lamentablemente, nuestros políticos no piensan otra cosa diferente. Haciendo un enorme esfuerzo proponen una política de transparencia personal al llegar al cargo, eso sí, elaborando ellos mismos las normas que tienen que regirla. Ninguna medida externa, sea legislativa o que afecte la vida económica, solucionará de manera eficiente los problemas de los ciudadanos.
El correcto sería una nueva estructuración del organismo social. Este se estructura del mismo modo que el natural. En el organismo físico es la cabeza la encargada de la actividad mental y no los pulmones o el sistema nervioso, por ejemplo. En el organismo social también tiene que haber una división de los sistemas que lo componen. Ninguno se tiene que hacer cargo de las funciones de otro, tienen que funcionar conjuntamente, pero respetando la autonomía de los otros. Cada uno tiene que tener una legislación y una administración propia. Además tiene que existir un intercambio real entre las diferentes áreas del organismo social. No puede ser que, como pasa actualmente, que la vida política dominio la económica o viceversa. Hemos podido constatar que la carencia de autonomía las ha traído al extremo de la aniquilación. Del mismo modo, el sistema económico de un estado, pierde suyas fuerzas vitales, su credibilidad y su soberanía al politizar intentando dirigir una área que no es la suya.
Hay de haber una correcta observación de la realidad. Quién piensa en base a la realidad, no está interesado en ideales abstractas impuestos por algunos programas políticos. Ni en fórmulas complicadas y de inútil aplicación. El espíritu humano se tiene que manifestar en el ámbito social, tiene que ser capaz de intervenir en la realidad, modificándola. Ya hemos podido observar la aparición, alguna incipiente todavía, de diferentes col · lectivos con el punto de mira de su actividad a intentar dar solución a problemas concretos que no asumen los respectivos gobernantes (ONG, PLATAFORMAS AFECTADOS HIPOTECARIOS, 15-M, CHANGE. ORG etc .).
Cada vez más personas comprenderán que sólo un correcto conocimiento de la cuestión social (de la cual todos formemos parte), es el único remedio para reconducir el rumbo que traemos y evitar el desastre.
El organismo físico consta de tres áreas de actividad diferenciadas, pero que col · laboren conjuntamente, el área del pensamiento, del sentimiento y la voluntad. Juntas conforman el que conocemos como ser humano, actuando por separado sólo traerían al organismo en el caos. Del mismo modo, el organismo social de estar formato por tres áreas que actuaran autónomamente, pero de forma coordinada entre ellos.
Sólo nos quedaría distribuir qué actividades humanas tienen que formar parte de cada área del nuevo organismo social, comparándolas con el organismo físico humano y la finalidad por la cual tendrían que ser dirigidas.
• ÁREA DEL PENSAMIENTO (LIBERTAD).
Correspondería a todo el relacionado con la educación, el arte, la ciencia, la religión y algunos aspectos del derecho privado y penalti.
ÁREA DEL SENTIMIENTO (IGUALDAD) Alcanzaría todo el relacionado con la vida política y jurídica del ser humano.
ÁREA DE LA VOLUNTAD (FRATERNIDAD / SOLIDARIDAD)
Esta área está constituida por todo el que se refiera a la relación de hombre con la vida económica.
Para finalizar, convendría señalar que un estado centralizador y absorbente nunca dará soluciones adecuadas a los planteamientos que necesita el correcto desarrollo del organismo social. Tampoco las posibilitaría un de autónomo y excluyente.