A lo largo de nuestras charlas y procesos de debate y desarrollo de temas, hemos podido ver que una gran parte de nuestra conciencia está secuestrada (la común, la que es más generalizada), debido a esto, generalmente sólo es capaz de ver aquello para lo que nos han educado, ya sea en la infancia y juventud, en la edad adulta o a lo largo de toda la vida.

También hemos podido observar cómo todos estos procesos que actualmente llaman crisis*, que se dan, mantienen y tienden a apoderarse de las circunstancias de vida de la mayoría, lo están siendo porque hemos delegado la conciencia (en una especie de filia consentida y fomentada) en unos supuestos pro-hombres (y mujeres) en quienes hasta ahora hemos mantenido depositada la fantasía de salvación. Por eso, aún, una mayoría de la opinión pública les sigue pidiendo (también exigiendo) que arreglen el actual estado de cosas, a pesar de la reiteración de sus formas. Por evidencia histórica, esto no va a ser arreglado de esta manera, por estos supuestos representantes.

 La opinión colectiva se construye por los canales mayoritarios con un programa común. Y este programa común, que no es inocente ni ignorante, sólo puede ser equilibrado –en alguna medida- con la conquista individual de la propia conciencia.

 La suma de conciencias auto-conquistadas –en las medidas posibles y con las diferencias lógicas- es susceptible de generar marcos de actuación, modelos de desarrollo y direcciones deseables, en la construcción de un futuro mejor. Al menos más cercano a la idea del bien común, que sólo puede excluir a quien no lo desea.

Y para no repetir errores ni desdeñar obstáculos, es preciso tener la memoria correcta, es decir, escuchar, acoger y apreciar lo que han/hemos vivido las personas, en su interior y en sociedad, en el aprendizaje de discriminar aquello que puede servir a una vida mayoritariamente sana y deseable, de aquello que sólo favorece a una minoría auto escogida. La cuestión sería ¿cómo podemos encontrarnos y trabajar en este proceso, desde posiciones, ideologías y trayectorias biográficas y culturales diferentes, sin imposiciones y con respeto?

 Buscando los lugares comunes 

Es decir, aquellos ámbitos de la experiencia, de la vida y de los acontecimientos que vivimos como humanidad y que queremos recrear para vivir en dignidad.

¿Podemos encontrar lugares comunes en los tres ámbitos de nuestra experiencia:

  1. CULTURA, EDUCACIÓN, SALUD.
  2. B) POLÍTICA Y JUSTICIA.
  3.   C) ECONOMÍA, COMERCIO, ORGANIZACIONES EMPRESARIALES?

Ya que se trata de un cambio de modelo social (eso es lo que pretendemos apoyar y desarrollar), podemos preguntarnos: ¿Desde qué valores podemos desarrollar este deseado modelo? ¿Cuáles serán los hitos irrenunciables desde donde podemos construir este nuevo modelo?

  1. CULTURA, EDUCACIÓN, SALUD.

Para este ámbito debemos conseguir que se legisle amparando la necesidad de libertad. Libertad, que en un principio “sólo” aspira a que las personas puedan elegir:

  • Qué educación quieren para sus hijos/as, desde las distintas visiones y modelos existentes u otros que pudieran aparecer.
  • Desde qué concepción del ser humano y la naturaleza quieren ser atendidos (en los ámbitos de prevención y salud) de los que se disponen y existen, mientras no estén todas integradas.
  • Asociaciones que propicien y/o ejerzan el estudio, investigación y difusión de modelos antropológicos, cosmológicos y sus aspectos relacionados.
  • Asociaciones que integran personas o grupos que quieren compartir tiempo libre o actividades que colaboren en la educación formal o informal de sus asociados.
  • Fundaciones y Asociaciones que trabajen por desarrollar el arte en sus distintas modalidades.
  • Entidades que quieran existir para promover y gestionar el ocio de sus afiliados.
  • Figuras asociativas, al fin, que presenten a l público posibilidades para desarrollarse a nivel cultural o recreativo individual y grupalmente.

 El objetivo en este ámbito es que cada individuo pueda conocer distintas posibilidades y modelos de conocimiento, análisis y de intervención en la realidad y elegir –si quiere y las circunstancias lo permiten- cuál quiere reconocer como propio o más cercano a sus intereses e ideas. Esta posibilidad de elegir se debe blindar legislativamente.

Dentro de este marco cultural, debe permitirse la creación o la existencia de sociedades, asociaciones, gremios y todo tipo de entidades jurídicas (que se deberán poder significar, para que se las pueda conocer) cuyos estatutos y objeto social, contengan la defensa del Bien Común o en su defecto que no vayan contra el bien común. Es el compromiso mínimo exigible para que se permitiera su legalidad y para que puedan ser “sancionadas” o bloqueadas cuando su práctica no coincida o se exceda con sus compromisos estatutarios.

Las religiones deberían estar también incluidas en este ámbito, puesto que debe ser posible que cada persona elija, si así lo desea, dónde, cómo y con quién cultivar su faceta espiritual. Y siendo un aspecto importante que debería poderse dar en las sociedades que lo quieran, debería, como cualquier iniciativa cultural, ser sufragada por quien la quiera apoyar y sostener.

Como es lógico, que se ampare la libertad en este ámbito, implica la necesidad de que ninguna entidad que corresponda a este ámbito imponga o quiera imponer sus objetivos a nadie que no los quiera y elija suscribir. Es decir, toda persona adulta debe poder estar, si así lo desea, en el grupo que desee, no forzadamente. Los menores de edad, necesariamente seguirán las indicaciones de su/s adultos responsables, mientras no tengan edad y criterio para decidir.

  1. POLÍTICA Y JUSTICIA.

Partimos de la premisa de que hay que diseñar una política que recoja y gestione cómo deben establecerse las relaciones entre seres humanos, que favorezcan el Bien Común. Entre seres humanos y entre organizaciones, sean comerciales, administrativas, de extracción y tratamiento de recursos naturales, de servicios, industrias, comunicaciones, etc., etc.

Quienes quieran desarrollar sus vidas y las de sus descendientes en este nuevo marco de convivencia, deberán poder aprender a hacerlo guiados por una nueva Constitución que, por serlo, dote de una dirección y de un cuerpo cultural a las generaciones que lo creen y experimenten. Este documento fundamental debe considerarse una guía para la viabilización el bien común, puesto que la situación actual precisa un documento marco de índole pedagógica y experimental que, sin renunciar al objetivo, dé cabida y orientación a las múltiples controversias que todo proceso de transformación social implica.

Como ningún cambio importante puede realizarse sin esfuerzo, los primeros trabajos para la creación y desarrollo de esta nueva política los deberán realizar los que se sientan “naturalmente” llamados a hacerlos. Y quienes se unan en esa llamada (los pioneros), siendo conscientes de que su cuerpo cultural se ha constituido por y en lo pasado, deberán ser los primeros que construyan desde sí y para los demás los puentes necesarios para posibilitar el tránsito hacia una nueva situación social para todos.**

Éste sería probablemente el primer encargo para esta nueva profesionalización política, unida a una supervisión y complementación por parte de expertos en la administración de justicia, que conocerían los movimientos de personas y organizaciones enfrentadas a las leyes: Elaborar una Constitución que fundamente una sociedad que aspira al bien común.

Este documento debería redactarse conteniendo todas las condiciones positivas conocidas y experimentadas (en la dirección del bien común), además de aquellas que recojan los mayores logros sociales de las civilizaciones y por último, los cimientos de una vida social que no permita la indignidad humana, ni de la naturaleza, ni la carencia de sus necesidades básicas. El primer paso que nuestros análisis indican, es que una nueva política debe ir más allá que la Declaración de los Derechos Humanos y sobre todo (lo que desarrolle) cumplirlo y hacerlo cumplir. Debe también desarrollar (si no hay alguna que ya lo haya hecho) una forma correcta de relacionarse el ser humano y sus expresiones (volcadas hacia el mundo) con la naturaleza y el medio ambiente. Y aquí también, cumplirlo y hacerlo cumplir dentro del marco de actuación de la citada Constitución y las normas que conduzcan hacia el bien común.

Para cumplir sus encargos (derivados de la nueva Constitución), debe existir un cuerpo legislativo y judicial que se ocupe de velar porque el mal común y el mal corporativo (administraciones, lobbies y entidades financieras o multinacionales) no puedan irrumpir impunemente en los ámbitos de su jurisprudencia: el ser humano, la sociedad que esté bajo esta propuesta nueva y el entorno natural que todo ocupa.

Para poder garantizar esta ‘no interferencia’ de los distintos poderes sobre el ámbito político/jurídico, debe velarse porque los implicados en este ámbito no decidan cómo y, sobre todo, quién realizará el desarrollo de las acciones económicas y sociales que se deben llevar a cabo para generar y procurar el desarrollo de todo aquello que podrá crear una sociedad constituida para el bien común. 

Su labor principal debería consistir en acoger y conocer todas las necesidades sociales y naturales del espacio geográfico que está bajo su responsabilidad y desarrollar planes de trabajo para que esas necesidades puedan quedar cubiertas, en la medida de lo posible. Las prioridades en los planes de trabajo dependerán de la situación social de cada espacio geográfico y serán planteadas por los profesionales políticos y aprobadas por todos, en las proporciones que determine la nueva Constitución para darles validez. Después, una vez aprobados por democracia directa (por ejemplo) unos planes analizados, criticados y supervisados por profesionales éticos de cada especialidad implicada, una especie de comité de expertos plural, se podría pasar a implementarlos por medio de organizaciones de cada sector profesional adecuado, que tengan (por ejemplo) el certificado correspondiente concedido por entidades éticas como (se supone) la Economía del Bien común.

Una vez adjudicado el encargo (cada uno de ellos) sería de nuevo responsabilidad política velar por la buena marcha de cada proyecto. Por supuesto asesorados por los especialistas correspondientes, quienes serían a su vez co-responsables en la parte técnica de la buena marcha (o no) de cada encargo aprobado por los ciudadanos. Ambos cuerpos (político y técnico) personalizados en las personas y equipos que firmen cada encargo, seguirán siendo responsables de los hechos que suscriban hasta que se dé un proceso adecuado de derivación, momento en el cual otros equipos, previo adecuado conocimiento de lo aceptado, continuarían con la supervisión y responsabilidad de lo acordado y recibido.

La gestión político-administrativa que nos atañe como ciudadanos, siendo imprescindible para vivir en sociedad (por el momento), no debe ser vivida como una condena ni como una oportunidad para la notoriedad, sino como una gran responsabilidad histórica, que podrá permitir generar y desarrollar el marco social y legislativo que sirva de fundamento para crear las comunidades que quieran experimentar y expresarse hacia el bien común.

De la misma manera que tiene que desarrollarse una nueva política, también debe realizarse una nueva justicia, en la que se pase del derecho romano y sus derivados, a la plasmación de los derechos del ser humano en dignidad y de la naturaleza como nuestra igual. Los encargados para realizar esta tarea (trabajar para el cumplimiento de la nueva Constitución e ir desarrollando el cuerpo legislativo para adecuarse a los movimientos que su implementación y desarrollo impliquen) no serían funcionarios de la Justicia, sino profesionales empleados en la justicia. Seguramente quienes de forma vocacional comenzaron o desarrollaron su formación específica para alcanzar la abogacía, la judicatura o la fiscalía de forma vocacional, aspiran a plasmar la justicia de la forma más ecuánime factible. Esta aspiración vocacional, unida a una formación contrastada y un equilibrio personal demostrado, son los principales criterios para acceder a este ámbito profesional. No cabe cualquier otra aproximación interesada a esta profesión. La misma preparación propuesta como borrador inicial, para la nueva profesionalización de la política, podría ser útil en la profesionalización de la justicia. Siendo ámbitos profesionales interdependientes (en algunos aspectos) tiene sentido que compartan experiencias comunes vinculadas a la vida social.

Por otro lado su tarea principal consistiría en el desarrollo, administración y aplicación de las leyes derivadas de cada plan y acción política. Planes y acciones que en sus líneas maestras deberán ser refrendados por la aprobación popular.

También debemos definir un nuevo concepto político-jurídico del ser humano en lo social, aproximado en derechos y nuevo en el compromiso, de lo que ha venido siendo el considerarse ciudadano en las democracias occidentales actuales. Vivir en dignidad, no debe ser un privilegio sino una condición equivalente a la vida en sociedad. Y eso se ha de definir política y legislativamente, para que las personas podamos pasar nuestras vidas aprendiendo, relacionándonos y construyendo según nuestros atributos y déficits (innatos y desarrollados), en el marco de la mencionada nueva Constitución.

Posiblemente podría declararse en primera instancia ciudadano de este nuevo marco de convivencia, toda aquella persona que se comprometa con ella. Es decir, que reconozca en lo esencial que es necesaria esta nueva forma (a pesar de sus previsibles deficiencias) y quiera trabajar en lo que esté capacitado, para que sea una realidad. Este nivel de responsabilidad precisa de un proceso de capacitación y apoyo, imprescindible para sostener las tareas a las que se enfrentará. Su desempeño, preparación y supervisión, siendo de índole social, debería estar orientada por profesionales en esta nueva política, quienes deberán demostrar su suficiencia con sus reflexiones, decisiones y acciones. Esta suficiencia podría conseguirse viviendo procesos como los señalados en el anexo 1 y contrastada en la cotidianeidad, necesitando la colegiación para la toma de decisiones. Esta colegiación actuaría (equilibrado por las consultas sociales regulares y por el contraste de los representantes de la justicia) como órgano de evaluación política, tanto en lo cotidiano como en lo general.

En segundo término, todas aquellas personas que consideren necesaria o deseable una nueva forma y prefieran ésta a otras que estén a su alcance. Estas personas aportarán en aquellos ámbitos o tareas que sean útiles en el conjunto para su construcción, en el entendido que prefieren hacerlo en este nuevo marco, que fuera de él. Sus aportaciones estarán mediadas y supervisadas por los responsables sociales (nuevos políticos) pertinentes en cada actividad.

Por último, podrán ser considerados partícipes de esta forma de convivencia las personas que, por edad o condiciones (no pudiendo trabajar o aportar ideas o energía) serán responsabilidad de los planes de apoyo, asistencia y recursos sociales que el primer grupo de comprometidos sociales diseñe y desarrolle. Y esta condición de asistidos podrá cambiar en cuanto cambie su situación de vida, por edad o condiciones.

Habrá personas que no se sientan llamadas a apoyar este proceso ó que estén directamente en contra del desarrollo de esta nueva forma de convivencia. Podrán convivir en este marco sin ningún problema, salvo que sus acciones fomenten o realicen el mal (corporativo o común) o tiendan a ello. En estos casos la justicia actuará con la misma actitud que con cualquier otra persona de los otros niveles de (supuesta) implicación en la creación y desarrollo de esta nueva forma de convivencia, con las compensaciones y/o sanciones que se determinen y siempre con el objetivo de compensar (individual o colectivamente, en función del origen del daño) lo causado y a ser posible, demostrar que se ha aprendido de lo sucedido con un incremento de la conciencia social y los hechos que en coherencia se derivarían.

  1. ECONOMÍA, COMERCIO, ORGANIZACIONES EMPRESARIALES.

 En la era tecnológica y del conocimiento que estamos prácticamente iniciando, los conceptos de espacio y tiempo varían su significación histórica. Estas variaciones no se escapan de la atención de cualquier ciudadano medio informado del primer mundo. Sin intención de hacer definiciones excluyentes, seguramente estaremos de acuerdo en que los referentes geográficos, lingüísticos, religiosos, etnológicos y políticos que a lo largo de la historia sólo podían ser modificados de forma traumática en cada territorio, actualmente se están convirtiendo en algo relativo para servir, en cada ubicación territorial, como referente de identidad.

Ni que decir tiene que estos movimientos de desubicación histórica, generan controversias, malestares, solidaridad, mestizajes culturales, personales y vacíos de referentes. Analizar las causas reales de estos movimientos iría más allá de la pretensión de este documento. Pero siendo fenómenos a escala mundial y de forma masificada y habiendo guerras, dolor y manipulaciones plurales, no puede ser algo que decidan los que lo sufren. Ni individual ni colectivamente. Y sin ser elegido (como una alternativa de muchas otras posibles) por los que necesitan salir de sus tierras de origen, ni esperado y preparado por los que los reciben, sólo puede ser impulsado por quiénes son beneficiados (en alguna medida no humanitaria) en intereses propios.

En la revisión necesaria de los procesos que estamos viviendo, para poder mejorar las condiciones de nuestras vidas, es preciso tomar conciencia de cómo están utilizándose las fuerzas de los seres humanos que vivimos ahora, para qué y sobre todo, a quién sirven realmente. Dónde depositamos nuestro trabajo, esfuerzo, energía, ideas y entusiasmo. Necesitamos un espacio para vivir y uno más amplio para convivir, durante el tiempo que vivamos.

 Durante ese tiempo, necesitamos tener unas condiciones que nos permitan conseguir la mejor calidad de vida que seamos capaces de generar.

En la situación actual, las mejores condiciones (o lo que hemos creído que eran eso) son las que nos proveen los que, con honrosas excepciones, diseñan e implementan sus planes de negocio. Sea el negocio que sea; pero si afecta a la mayoría de la población esté donde esté, está ligado a lo que han dado en llamar políticas de mercado y con ellas a la búsqueda de beneficios por parte de quienes los gestionan. Actualmente (históricamente no ha habido muchas diferencias), la proporción entre beneficiados y contribuyentes a su beneficio es atroz. Y las consecuencias de estas políticas también. En proporción insultante, trabajamos el 99 % (de los que trabajamos), para beneficio del 1%, durante un tiempo que les damos en el espacio que nos permiten.

En cada biografía humana, se suelen presentar momentos de crisis. En ellos, la persona toma una serie de decisiones que harán que su vida tome un giro y le conduzca hacia unas experiencias que se alejen de las que tenía antes de tomar esas decisiones; bien sea por cuestiones de salud física, psíquica, de relaciones personales o existenciales. A partir del momento en que sea consecuente con sus decisiones (si no lo es, la inercia se lo recordará, por la repetición y empeoramiento de su situación) nuevas experiencias y puntos de vista se irán anotando en su biografía y si son aceptables e implican crecimiento personal, las mantendrá y extenderá y si no las son, tendrá que rectificarlas.

 LA CRUDA ACTUALIDAD.

 Como nos recuerdan continuamente, estamos en crisis.

A diferencia de lo que promulgan distintos slogans que han corrido y corren por nuestro primer mundo, lo que hace que un ser humano se sienta realizado no es la búsqueda de la felicidad. A modo de zanahoria inalcanzable estamos siendo tratados como burros.

Lo que más podría valorar un ser humano de nuestra época, es conquistar una vida en dignidad compartida, con cuanta más gente mejor, desarrollando aquello para lo que se siente capaz y que además pueda ser útil, agradable y beneficioso, para uno y para los demás. Si además es novedoso y recibe el reconocimiento general adecuado, el ser humano tenderá a mantener la actitud que le posibilitó su reconocimiento por parte de la comunidad a la que sirvió. Un marco social adecuado (y maduro, éticamente) le ayudará a no hipertrofiar su ego.

Para que eso sea una realidad, hay que conseguirlo, puesto que nadie nos lo va a dar. Y si nos lo dieran, no sería nuestra conquista, con lo que no podríamos sentirnos satisfechos por algo importante que no hemos conseguido por nosotros mismos, en contra de las inercias históricas, religiosas, políticas y económicas.

Estando en crisis, tenemos que tomar decisiones y realizar cambios que nos alejen de la situación previa que nos condujo a lo que estamos viviendo. Pero no sería inteligente “tirar el niño con el agua sucia de la palangana” . Muchas personas emplean sus talentos y capacidades, con la mejor intención posible, con el esfuerzo que son capaces de realizar y aun así, las cosas están como están. De hecho si no desempeñáramos nuestras responsabilidades con la dedicación que lo hacemos, no sería posible vivir.

EL EGO Y SUS IMPLICACIONES .

El problema vuelve a ser, a quién sirve (colectivamente) lo que hacemos. Si entendemos que lo que hacemos sirve “básica y naturalmente” a nuestro interés personal, a nuestro egoísmo, perdemos de vista que siendo el ego algo común a todos, es fácil de conocer y por ende, de manipular y conducir por quien así lo pretenda (y esté capacitado para ello).

Tal vez por una cuestión de entrenamiento, tal vez por herencia (genética y económica) o por un desarrollo intelectual específico, o por todo junto, quién tiene el ego más desarrollado puede utilizar sus capacidades al servicio de su interés personal e idear cómo atraer y conseguir canalizar las voluntades de egos digamos menores al suyo. Y en un proceso de escalado, captar la ambición que anhela el poder. Y las capacidades asociadas a la ambición, posibilitan la acumulación de las riquezas que anhela el egoísmo.

El ego, siendo excluyente, sólo entiende de interés propio. Y sólo buscará asociarse con otros, por propio interés, aunque sea un interés compartido temporalmente (por pocos para que el reparto sea mayor para los menos posibles). Incluso enfrentar al egoísmo con el altruismo puede ser otra forma de egoísmo, puesto que es otra forma de enfrentamiento y separación. Si entendemos que el ego forma parte de todo ser humano, tendremos que analizarlo, conocerlo, comprenderlo y ver qué aporta (a cada individuo en general) y que limita, como cualquier otro aspecto del organismo humano (en este caso el anímico). Una vez comprendido su papel (que lo tiene en toda evolución individual para poder diferenciarse de los demás) ha de posibilitarse individual, social y culturalmente su integración en el conjunto de la organización individual y colectiva. El objetivo (complejo) podría ser posibilitar que cualquier individuo pueda enfocar lo que su ego indica como provecho propio (o enaltecimiento propio), incluyendo la viabilidad del provecho general, de tal manera que uno se sienta importante por lo que genera de posibilidades positivas (supuestamente) en uno y en los demás. Sin ser el objetivo social último en el desarrollo de cada individuo, sí puede ser un puente útil para el propio individuo y en primera instancia para los demás.

Esta forma de comprensión y desarrollo individual puede ser (seguro que ya lo es) recogida y fomentada en alguna corriente en su expresión educativa y, de ser entendida como adecuada para la vida en sociedad, se puede incluir como recomendación en las etapas escolares, aunque también puede ser incorporada (como es lógico) en el ámbito adulto, económico y organizacional. Esta forma de abordar el egoísmo, a escala social, puede favorecer el bien común y una forma distinta de crecer y madurar en sociedad.

También puede existir quien quiera desarrollar el egoísmo hasta los límites que lo social se lo permita y corrientes que lo potencien. De hecho es (en bastante medida) lo que estamos viviendo como estímulos de “integración y provecho” en el actual estado social ; lo que está siendo visto como correcto en el actual sistema social. En el nuevo modelo que pretendemos crear y desarrollar a través de esta nueva política social, el egoísmo a ultranza será identificado como cualquier otro problema de desequilibrio (individual o social) y sus repercusiones en el ámbito social y natural (de causar daño) tratadas legislativa y jurídicamente como corresponda.

LA NECESIDAD DE UN CAMBIO.

Sin ir a análisis más profundos o simbólicos, podemos observar cómo la acumulación de poder y riqueza (juntas o por separado, aunque suelen atraerse y alimentarse mutuamente) han servido a individuos, grupos o gobiernos para mantener nuestro actual sistema y proyectar su supervivencia y su histórico modo de organización social atemporalmente. Siendo su modo de actuación, reflejo potenciado y modelo del ego individual, es fácil comprender que haya habido y existan personas que se identifiquen con esta forma de vida y se conviertan en cómplices más o menos conscientes de este sistema.

Aunque haya habido cambios en los círculos de poder a lo largo de la historia, el esquema sigue siendo igual. Los medios para conseguir y mantener dicho poder, suelen ser siempre los mismos. Sobre la inmensa mayoría de la población: explotación del esfuerzo colectivo, limitación de recursos, miedo, sangre, sudor y lágrimas, no siempre todos a la vez, con algunos lapsus de calma relativa que han permitido la repoblación de los lugares y la confianza en su maliciosa (y pretenciosamente divina y providente) paternidad. Para más adelante repetir el patrón, tal vez en otros lugares, en una especie de barbecho secular.

Aunque por fortuna ha habido excepciones y existen voluntades que frenan y suavizan este modo de operar del egoísmo supremo, los libros de historia están plagados de este modus operandi del que hacen gala los representantes máximos del poder mundano, con sus variaciones y adaptaciones a los tiempos y a la evolución de la humanidad.

Estructuras empresariales, religiosas, financieras y absolutismos políticos (enmascarados en una supuesta democracia o no), siguen siendo sus manifestaciones públicas. Todas ellas piramidales en sus organigramas y siendo alimentadas y sostenidas por la humanidad (con los medios ya descritos). La mayor parte del potencial humano está siendo absorbido hacia su servicio. Y este servicio no está (ética, económica y humanamente) “bien remunerado”.

 Nunca antes en la historia, tantas personas diferentes han sido conocedoras y conscientes (en mayor o menor medida), de las verdades que acabáis de leer. Entonces, ¿qué podemos hacer?

Cuando estamos en una situación crítica lo que corresponde es hacer los cambios que se consideren más adecuados para que se genere una nueva situación, preferentemente mejor. En este caso se trataría de cambiar a quiénes sirven nuestros esfuerzos y capacidades y para qué. Como en toda situación de cambios, los que se puedan hacer de inmediato, se hacen y los que no, se estructura un proceso por fases o del modo que mejor convenga a la situación y personas implicadas, para que el cambio pueda realizarse en un plazo de tiempo aceptable. Como no podría ser de otra manera, para que un cambio pueda ser real, nuestra conciencia tiene que marcar la dirección del proceso que decidamos hacer. Como (es de suponer) todas las conciencias no van a ir a una, en el mismo momento y hacia los mismos lugares, quien más liberada la tenga, tendrá más responsabilidad y sus actos mayores repercusiones. Y a su vez, deberá mostrar su conquista a la hora de comprender y ayudar a aquellos que (queriéndolo y pidiéndolo) anhelan ser dueños de su conciencia y de sus actos.

 HACIA UN NUEVO MODELO SOCIAL.

 Salvo casos extremos, la ayuda para conquistar la autoconciencia siempre está en la línea de “enseñar a pescar y no dar los peces” como aproximadamente reza el dicho popular. Al final,todo lo que uno no haya conseguido con su propio esfuerzo, no es propio y difícilmente lo pueda valorar y manejar.

Este ámbito de la economía y organizaciones empresariales, es el ámbito de la voluntad del ser humano volcada hacia el mundo, sus semejantes y la naturaleza. La conciencia, aplicada a este ámbito, difícilmente podrá superar los límites de conocimiento e intuición de quién la vuelque. En términos generales, por mucha experiencia que tengamos, al tratarse de procesos que implican a siempre a más de una persona, sus repercusiones se multiplican y esto mismo muestra su dificultad en el control de lo que se hace. Hasta que lo hacemos, no podemos saber exactamente lo que generan nuestras palabras y nuestros actos.

Por supuesto los comportamientos humanos están bastante estudiados y quien conoce la psicología de masas sabe cómo hacer las cosas para conseguir lo que quiere. Y muchas veces se consigue. Aunque los estudios y experimentos que han manejado las masas en el último siglo, han añadido posibilidades a las ya conocidas históricamente por todos, quienes detentan el poder también tienen conocimiento y lo usan para distraer y ofuscar la búsqueda de la autoconciencia que, precisamente en esta época, cualquier ser humano medio anhela.

Uno de los retos que se nos plantea como humanidad en esta etapa histórica, sería escoger asociarnos diseñadores, productores, servicios y consumidores, y desarrollar modos y modelos de “negocio” en los que la inmensa mayoría de personas (sino todos) gane en posibilidades y responsabilidad, y además, preservando la naturaleza.

Para compensar la incertidumbre que genera la dificultad para saber qué repercusiones y en qué plazos tendría lo que pretendo o queremos hacer, la mejor forma es hacer juntos. Es también la que entraña mayor dificultad, aunque también mayores posibilidades de desarrollo común. Tenemos por delante la tarea de decidir cómo hacer las cosas juntos, hacerlas, responsabilizarnos de los hechos (en la medida de lo posible) y corregir las metodologías empleadas cuando sea necesario y los resultados nos lo señalen. Y como no podemos esperar la perfección ni la fórmula eterna de excelencia, debemos adecuar nuestros instrumentos personales y de equipo/s a la realidad, porque la necesidad de cambiar es grande. Pero vayamos por partes. Para crear un modelo nuevo (a escala general, social) que sea realmente capaz de acompañar y asesorar a las voluntades de la población hacia el bien común, no debemos negar, condenar ni olvidar el pasado; al contrario, lo tendremos muy en cuenta, a la hora de tener presente todo lo que nos ha llevado adonde estamos ahora. Porque en lo que ocurre y ha ocurrido hemos sido parte implicada en mayor o menor medida.

Por otro lado el pasado no puede evitar construir un futuro diferente. Una vez más nos encontramos, como en cualquier ámbito de la vida, con la necesidad de crear algo nuevo, desde una consciencia diferente (fruto de la madurez social que se va desarrollando y que no parará que hacerlo) teniendo en cuenta el pasado.

Podemos intentar un trabajo de reingeniería organizacional, esto es, reconstruir las estructuras existentes. Como los elementos implicados son los mismos (la voluntad humana y sus atributos) se tratará “sólo” de proponer unas nuevas direcciones, sentidos y contenido al desarrollo de nuestras acciones sobre el mundo, entre seres humanos y con la naturaleza. Sobre el papel, todo es posible. Un posible punto de partida sería colocar en suspenso los contenidos que usualmente tenemos de conceptos como trabajo, vocación, responsabilidad y economía. Las ideas y prejuicios que tenemos sobre ellos, por sus significados actuales, dificultan poderlos enfocar hacia una nueva forma de vinculación profesional entusiasta, dirigida hacia el bien común.

Desde la educación, se puede posibilitar una nueva forma de vincularse con lo que hacemos, sea en la edad que sea. Una vinculación responsable y de compromiso con lo que se hace; en las edades escolares, los responsables de la educación deben actuar de supervisores de esa vinculación de compromiso con lo que hagamos y enseñar a asumir las consecuencias de nuestras palabras y actos con humildad, honestidad y valentía. Y también buscar los modos de compensar las consecuencias de los actos que resulten negativos o dañinos y de reforzar y reconocer aquellos (o aquellas partes de cada acción volitiva) que contribuyan al bien propio y al bien común. En el mundo adulto, profesional, serán las leyes y sus profesionales los que ocupen esta función pedagógica y de justicia social.

Reclamamos libertad en la educación, de tal modo que cada familia pueda elegir qué educación quiere que sus hijos reciban. Esas personas, cuando lleguen al mundo adulto, desplegarán lo que sus capacidades y aptitudes (también éticas) sean capaces de plasmar en el mundo y en las relaciones humanas en el mundo de las organizaciones empresariales. Si los resultados de sus desempeños profesionales dañan y atentan contra el bien común, serán tratados por la ley como corresponda, con el objetivo de que no exista impunidad, irresponsabilidad, ni espacios para el fomento del mal común o el corporativo.

Las organizaciones que quieran alinearse con la búsqueda del bien común, deberán ser asesoradas y acreditadas a tal fin. Estas organizaciones gozarán (si demuestran la calidad de sus propósitos organizacionales a través de sus resultados y acciones) del reconocimiento y apoyo legislativo que se disponga para el estímulo y crecimiento de este modo de relaciones entre la voluntad humana y su entorno. Como derivación lógica de este procedimiento, las cadenas de voluntades asociadas (productores, servicios y consumidores) acreditadas para el bien común, deberían servir para ampliar la presencia de esta forma social de un modo exponencial. Del mismo modo que aquellas iniciativas empresariales o de relaciones entre organizaciones que no favorezcan el bien común, en lógica deberían ver disminuidas sus posibilidades en la medida que los consumidores (objetivo de todo servicio y producción) no las reclamen por no coincidir con lo que esta nueva conciencia social vaya demandando.

Las actividades económicas y empresariales se realizan sobre materias primas, es decir, la naturaleza, la energía (comunicaciones, fuerza y/o trabajo) y las ideas, son tomadas y/o utilizadas por la voluntad de los seres humanos y transformadas en productos o servicios. Estos son la base de la vida para cualquier comunidad humana y han de estar garantizados legislativamente para posibilitarla. Las organizaciones que las realicen, podrán acreditarse como favorecedoras del bien común o no y, como señalábamos anteriormente, aquellas que puedan legislativamente realizar su función sin acreditarse para el bien común, lo podrán hacer y quedará a la conciencia de sus clientes su consumición, uso o descarte, siempre que (como va siendo lógico en esta forma de organizarse socialmente) no fomente o actúe el mal común o el corporativo.

La naturaleza y lo que de ella se produzca, es patrimonio y responsabilidad social, con lo que será tratada con la misma atención y dignidad que se regulará para los seres humanos, adaptando la regulación legislativa a su idiosincrasia. Siendo patrimonio social, sus derivados y las elaboraciones humanas que la tomen como materia prima (para usos de primera necesidad), deberán garantizar un tratamiento de calidad y responsabilidad correspondiente y se viabilizará el acceso público a su uso y aprovechamiento. Serán necesariamente objeto de bien común y las organizaciones empresariales que las realicen, deberán acreditarse a tal fin.

Aquellos usos que no sean de primera necesidad para la población, siendo igualmente responsables con ellos, seguirán igualmente la pauta de acreditación (o no) y su uso y consumo quedará a criterio de quienes las quieran utilizar o consumir individualmente.

La actividad económica y de las organizaciones suele venir condicionada por el dinero. En una organización social como la que proponemos, el capital también tiene una función de elemento de valoración e intercambio, como viene siendo conocido. Lo que no cabe es la especulación o un interés que se considere excesivo o fraudulento, puesto que atentaría directamente contra el bien común. La función del dinero sería posibilitar la vida de la comunidad en dignidad, su crecimiento y desarrollo, así como de las iniciativas empresariales que desarrollen su actividad dentro del marco legal que se constituya. De este modo, las inversiones que se realicen dentro de esta forma social tendrán como objetivo fundamental posibilitar esta forma de vida y los inversores, como participantes en ella verán sus necesidades satisfechas y se dispondrán legislativamente las formas para que puedan recuperar sus inversiones en los plazos que las partes acuerden, siempre y cuando los acuerdos no atenten (de nuevo) contra el bien común.

La actividad económica debe ser la que soporte y garantice el correcto funcionamiento de la vida en sociedad. Las necesidades irrenunciables para la vida en dignidad (lo que se determine que signifique) como educación, prevención y salud, energía, comunicaciones, vivienda y otras que puedan ser así nombradas por los expertos que desarrollen la nueva Constitución, no serían derechos como se podría entender desde una concepción actual, sino fundamento y necesidades para la vida en sociedad. En esta futura sociedad nada se puede dar por supuesto, dado que aún no existe; por tanto, el trabajo no es tampoco un derecho, sino una necesidad más, que tanto cada individuo (en condiciones objetivas de realizarlo y en función de su preparación y aspiraciones) como toda la sociedad en general, querrán desarrollar para asegurar su existencia. Y esto podrá realizarse organizándose política y socialmente. 

ANEXO 1 

Para que un representante y profesional de esta nueva política (o judicatura), se sienta autorizado para proponer (que no decidir) planes de actuación y desarrollo y sus leyes consecuentes, es necesario que disponga de los instrumentos personales adecuados.

Su ética, interés, dedicación, conocimiento especializado, responsabilidad y vocación, siendo imprescindibles no son instrumentalmente suficientes. Por supuesto este desarrollo profesional no puede hacerse en solitario y el trabajo en equipos puede compensar en gran medida las carencias individuales que cualquiera tiene.

 Pero si su desempeño profesional debe viabilizar el comienzo de una sociedad y cultura del bien común, ha de ser capacitado para acoger en sí y empatizar con lo que la sociedad le demande. Ha de desarrollar el criterio para diferenciar lo principal de esas demandas de lo accesorio y la conciencia para discriminar las prioridades reales, la ética implícita en su actuación pública y las repercusiones sociales posibles que se derivarían de sus palabras y actos. Y ha de trabajar para serlo individualmente, para poder ser representante de este ámbito de responsabilidad y volcar su experiencia en el equipo al que corresponda para decidir colegiadamente los planes que se propondrán a la sociedad para su desarrollo. Para conseguir estos objetivos instrumentales, sería recomendable: 

1.- Conocer todas las alternativas culturales. Pero sobre todo las que mayor calado y representación social tengan. Instituciones religiosas, educativas, médicas, asociaciones históricas vinculadas al territorio, a la lengua, de inmigrantes, filosóficas, etc. Hasta el punto de poder identificarse con ellas en sus presupuestos fundamentales. Explorar su inicio y procedencia, conocer su desarrollo hasta el presente, ver en qué posición está y hacia dónde apunta. Si es posible, contando con los representantes principales de esas alternativas. Evaluar con ellos en qué podrían contribuir para la construcción y desarrollo del bien común y en qué aspectos contribuirían para asumir, dificultar o impedir la expresión del mal común. 

2.- Conocer los fundamentos de la actual situación legislativa y normativa. Conocer sus posibilidades y límites frente al desarrollo del bien común. Diseñar en equipo los puentes culturales y sociales que posibilitarán un desarrollo aceptable de esta nueva legislación. Trabajar sobre sí mismo, de tal manera que toda relación humana que tenga esté presidida por el marco de la dignidad. El autoconocimiento puede permitir el conocimiento de que toda expresión humana es posible, desde el mayor bien al mayor mal. Y se ha de aprender a mirar de cara esas expresiones y que esas experiencias no anulen su capacidad para seguir con el afán de la construcción de la sociedad que anhelamos. Y siempre elaborarlo en equipo.

 3.- Educarse en la ejemplificación de la vinculación con lo que haga para el público. Buscar en lo que se haga con otros seres humanos y la naturaleza, relaciones de compromiso y continuidad y en todo ello, contar con el equipo al que se deba su actividad social. Tomar consciencia de que nada que uno haga en el mundo, acaba en uno mismo solamente

* Cuando en un futuro se analice lo que estamos viviendo, podrá verse que estas crisis forman parte de una estrategia para impedir asumir la conciencia de lo que ocurre realmente. Entonces se les llamará de otra manera.

 ** Una orientación pedagógica para desarrollar esta nueva situación “profesional” de la política está esbozada en el anexo 1.