Documentos CiC

Iniciamos una nueva contribución documental en la cual los diferentes grupos en los que está articulado nuestro trabajo, van a ir aportando los resultados de sus procesos en relación a preguntas ó cuestiones que en CiC consideramos nucleares.

Los documentos que desde esta sección iremos exponiendo, serán el resultado de una labor colegiada. Dada la vocación integradora con la que nació CiC, las diferentes perspectivas y corrientes de pensamiento que representan sus miembros aportan sus conocimientos y experiencia, para después encontrar los argumentos más útiles en la búsqueda del bien común.

El valor del contenido, lo es también como fruto de un proceso complejo, dado que cada individuo integrante y colaborador ha hecho sus aportaciones para generar un texto común, representativo de lo más puramente humano presente en cada uno. Estos documentos colegiados aparecerán firmados como Documentos CiC.

¿PARA QUÉ LA RIQUEZA?

En la situación histórica que estamos viviendo (2012), la gestión y administración de los bienes y recursos que existen -y que están siendo inhumanamente tratados por quiénes tienen la mayor ascendencia sobre la mayoría de ellos- está demandando a la conciencia común de la humanidad, una nueva forma de vivenciar la economía.

Una forma que exigiría un protagonismo consciente a la hora de decidir y desarrollar cómo generar, distribuir y aprovechar la riqueza que tengamos y la que podamos crear o descubrir. Con éste ánimo, podemos realizar un proceso que intente aportar criterio.

Por lo tanto, ¿para qué la riqueza? La definición común expresa la riqueza como: “la abundancia de bienes y dinero así como la abundancia de cualidades y atributos excelentes”. Entonces, la pregunta se convierte en:¿para qué la abundancia de bienes, dinero y cualidades o atributos excelentes?

Dependerá del modelo social al que queramos servir: o bien la riqueza estará al servicio del propio egoísmo o bien al de la humanidad, formando uno mismo parte de ella. Siendo las consecuencias del primer modelo la acumulación de riquezas en las manos de unos pocos y fuente de desigualdades (el mundo preponderante actualmente) o por el contrario la circulación continua, ponderada y consciente de esas riquezas, distribuidas para toda la humanidad.

Los comportamientos sociales egóicos fundamentados en una concepción del individuo como ser separado del resto y con necesidades contrapuestas a las demás, generan fuerzas centrípetas y gravedad en las relaciones. “Uno contra todos y todos contra uno”.

Los comportamientos sociales altruistas basados en una concepción de pertenencia a un organismo social con necesidades comunes e interdependientes, generan fuerzas centrífugas y levedad en esas relaciones con los demás. “Todos para uno y uno para todos”.

El deseo de practicar la fraternidad, es decir, la voluntad de vivir en unión y buena correspondencia con los demás, nace como anhelo individual y puede desarrollarse de forma conjunta por grupos de personas en los que se trabaje específicamente para conquistarla.

El resultado de ese desarrollo tiene que tener como consecuencia trabajar honestamente por el bien común de la humanidad.

 La fraternidad no está anclada en la persona individual sino que si existe, existe en las relaciones. Siendo este mundo, como es evidente, un espacio en el que privan los intereses egóicos y la acumulación de riqueza material en manos de una minoría, la mayoría queda en situación de debilidad y dependencia. En el intento de cambiar esta situación (histórica), a las personas con buena intención que quieran trabajar para conseguirlo, les pueden aparecer dudas y preguntas:

 ¿Cómo sería un grupo organizado fraternalmente?

¿Cuál sería el proceso para llegar ahí?

¿Qué puedo hacer para conseguir que el que sufra, deje de sufrir?

Debemos conocer nuestra motivación y preguntarnos a quién sirve o servirá nuestra acción, ¿a nuestro ego o al bien común (que siempre nos incluye)?

Las respuestas a estas preguntas sólo pueden surgir en el interior de cada individuo, si éste ante cada situación de necesidad o sufrimiento hace honestamente el trabajo de apartar el obstáculo del ego y crecer en conciencia para discriminar qué hacer y ofrecerlo, en el caso de que sea esa la decisión.

Al apartar nuestro ego abrimos la posibilidad para poder ver nuestras necesidades así como las de los demás. También para ver más directamente las posibilidades que existen de realizar algo y comprometerse con ello. Es así como nuestra vida se nos presenta como escuela para aprender y crecer como seres fraternos.

El nivel de compromiso también podrá venir dado por la disponibilidad y la capacidad de quién pueda y quiera hacerlo. Sea a nivel individual o en equipo, la necesidad del compromiso con lo que se hace, es básica. Y lo es porque nos vincula con lo que decidimos hacer con otros en un tipo de relación que tiene cometidos, objetivos y sentido, más allá de nosotros mismos. No en el sentido de cadena o atadura, sino en el de sensibilidad y corresponsabilidad.

El ego no quiere compromisos más que consigo mismo y para su propia satisfacción y beneficio, habitualmente a corto plazo; y como tendencia, vive sus relaciones con los demás a partir de estas premisas. Y existe y funciona en todos nosotros. Pero no sólo hay ego en los seres humanos. Como seres sociales, nuestras vidas se traman en sociedad y esto implica dar y recibir.

Si tuviéramos que escoger un referente para actuar fraternalmente, probablemente utilizaríamos la ética para evaluar nuestras intenciones y la búsqueda del bien común (de

la mayoría, al menos) en nuestros actos. Hacer el bien probablemente es lo más difícil que existe, porque difícilmente podemos tener en cuenta todas las consecuencias de nuestros actos sobre los demás y el curso de sus vidas. Y nuestros actos no deben ser indiscriminados. Lo que sí podemos trabajar en nosotros es la veracidad de nuestras intenciones.

Así como la abundancia de bienes y dinero es patrimonio de unos pocos (comparativamente), la abundancia de cualidades y atributos excelentes, es patrimonio de la humanidad como conjunto y de cada individuo como receptáculo singular del desarrollo histórico del ser humano. Singular y diferente, aunque siempre dentro de las posibilidades y limitaciones reales, de ser humano.

 Precisamente por ser cada uno de nosotros, un representante de toda la humanidad, la singularidad de cada individuo, sus capacidades y atributos no están restringidos al ámbito geográfico, familiar, social o político, aunque todo ello le condicione. Nos condicione. Pero aún así, podemos trabajar para incorporar individualmente el legado, cualidad o atributo de una persona, un grupo o una comunidad.

 Por otro lado, gracias a la disponibilidad (aunque pueda ser relativa y compleja de conseguir y contrastar) de la conexión entre distintos pueblos y culturas, podemos conocer las condiciones en que viven al menos la mayoría de los seres humanos. Desde nuestro entorno próximo y propio hasta el más lejano geográficamente, que no afectiva, emocional o mentalmente. Porque la sensibilidad universal no entiende de distancias ni de diferencias entre hermanos, que es lo que somos las personas.

 Desconocemos (muchas veces) porqué cada pueblo, cada grupo, cada familia o cada persona, está en la situación en la que está. Podemos conocer la situación que se da, ver sus deficiencias actuales y tratar de comprender las causas cercanas en el tiempo y en el espacio. Pero poco más. El respeto y la escucha atenta deben presidir nuestros actos. Así como no debemos perder de vista que lo que se da sin ser pedido, no tiene porqué ser bien recibido. Y genera suspicacias.

 A partir del presente sí podemos emprender caminos con las personas, en la dirección escogida hacia lo que consideramos bueno. Sostener lo decidido y actuar con flexibilidad para ganar en comprensión, conciencia, conocimiento y eficacia, de tal manera que se puedan ir adecuando las acciones a los movimientos emprendidos y las necesidades que aparezcan. Rectificar cuando sea necesario y aprender de todo en todo momento.

 Aquellos que escojan comprometerse en poner a disposición de las necesidades humanas, (en la proporción y aspectos que consideren) sus bienes y/o sus cualidades y atributos, de este modo, podrán desarrollar experiencias y proyectos que tiendan a equilibrar las desigualdades que existen; eso sí, partiendo de una conciencia individual que puede ser compartida por otros, que estén en la misma dirección de progreso y quieran comprometerse en algo que trascenderá sus vidas.

 Lo que está por vivir, los resultados de sus impulsos, desarrollarán las consecuencias. Y si el bien común era el objetivo real, serán buenas.

Documentos CiC Abril de 2012